Parkinson y Movimiento: El Poder Transformador del Ejercicio Físico en el Manejo de la Enfermedad
- MTRO. David Sifuentes

- 15 ago
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Introduccion
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo progresivo que afecta principalmente el control del movimiento. Se caracteriza por la pérdida de neuronas productoras de dopamina en una región del cerebro llamada sustancia negra, lo que conduce a síntomas motores como temblor en reposo, rigidez muscular, bradicinesia (lentitud en los movimientos) e inestabilidad postural. Además, la enfermedad puede presentar síntomas no motores, incluyendo alteraciones cognitivas, trastornos del ánimo y disfunciones autonómicas. El Parkinson es más común en personas de edad avanzada, y el envejecimiento es considerado un factor de riesgo principal para su desarrollo.
¿Que sucede con el parkinson?
A nivel molecular, la enfermedad de Parkinson está caracterizada principalmente por la degeneración de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra del cerebro. Esta pérdida neuronal ocurre debido a la acumulación anormal de la proteína alfa-sinucleína, que forma agregados conocidos como cuerpos de Lewy, considerados un marcador patológico de la enfermedad. demás, se ha implicado la reducción de factores neurotróficos como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que es esencial para la supervivencia y función neuronal, contribuyendo así a la neurodegeneración.
Estudios han mostrado que el ejercicio puede influir positivamente en la expresión de BDNF y otros mecanismos neuroplásticos, lo que sugiere un potencial terapéutico para ralentizar la progresión de la enfermedad o mejorar la función motora.
Efectos del ejercicio físico en la enfermedad de Parkinson
El ejercicio físico juega un papel fundamental en el manejo y la posible mejora de los síntomas de la enfermedad de Parkinson (EP). A nivel molecular y fisiológico, el ejercicio induce múltiples beneficios que pueden influir positivamente en la progresión de la enfermedad y en la calidad de vida de los pacientes.

Aumento de factores neurotróficos El ejercicio ha demostrado aumentar los niveles de factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína crucial para la supervivencia, crecimiento y plasticidad neuronal. Incrementos en BDNF pueden favorecer la neurogénesis y la reparación neuronal, contrarrestando parcialmente el daño neurodegenerativo característico de la EP.
Mejora de la función dopaminérgica Actividades como el ejercicio en cinta (treadmill) pueden elevar la unión de receptores D2 de dopamina en el estriado, lo que sugiere una mejora en la función dopaminérgica, una de las vías clave afectadas en la EP .
Mejora en los síntomas motores y no motores El ejercicio mejora la fuerza muscular, la resistencia, el equilibrio, y la coordinación motora, reduciendo síntomas como la bradicinesia, rigidez y posturalidad inestable. Además, puede mejorar funciones cognitivas y emocionales, ayudando a manejar los síntomas no motores de la enfermedad , .

Mejora cardiovascular y metabólica Entrenamientos progresivos y vigorosos mejoran la capacidad cardiovascular, la oxigenación cerebral y la función metabólica, lo que repercute en una mejor salud general y mayor capacidad funcional en pacientes con EP .
Uso de tecnologías y modalidades específicas Modalidades como el entrenamiento con realidad virtual (VR), entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT) y programas integrados que combinan resistencia, aeróbicos y neuromotores potencian los beneficios al trabajar la neuroplasticidad y la función cognitiva junto con la motriz.
Conclusión y hallazgos
El ejercicio físico es una herramienta fundamental en el manejo de la enfermedad de Parkinson, demostrando beneficios significativos tanto en síntomas motores como no motores. Los hallazgos muestran que el ejercicio aumenta niveles de factores neurotróficos como el BDNF, mejora la función dopaminérgica, la fuerza muscular, el equilibrio y la capacidad cardiovascular. Además, modalidades innovadoras como el entrenamiento con realidad virtual y el entrenamiento interválico de alta intensidad potencian estos efectos, contribuyendo a una mejor calidad de vida y posible ralentización de la progresión de la enfermedad. Se recomienda incorporar programas personalizados que incluyan aeróbicos, entrenamiento de resistencia, y ejercicios para la estabilidad con una duración semanal acorde a guías internacionales para maximizar adherencia y resultados terapéuticos.

Escrito por:
Mtro. David Sifuentes
Master en Anatomia y Fisiologia aplicada del Ejercicio, UCAM
Máster en entrenamiento personal y Nutrición | UI1
Experto en Mecánica del Ejercicio, UCAM
IEC,ACSM-CEP | Clinical Exercise Physiologists
NSCA - CPT | Certified Personal Trainer
NASM-CPT | Certified Personal Trainer
NASM-CES | Corrective Exercise Specialist
NASM-PES | Performance Enhancement Specialist
NASM-PBC | Physique & Bodybuilding Coach
NASM-WFS | Women’s Fitness Specialist




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